lunes, 12 de agosto de 2013

/Autonomía 73. Un paseo distinto por Nueva York

Alrededor del mediodía llegué al aeropuerto JFK (John F. Kennedy) ubicado en la zona de Queens, al este de Manhattan. Con 8 terminales es uno de los aeropuertos más grandes de Estados Unidos y el que transporta más pasajeros internacionales. Para ahorrarme unos dólares y conocer la forma en que los neoyorkinos se transportan, decidí tomar el autobús para llegar al metro en lugar de tomar el tren elevado. Como este medio no es común que lo utilicen los turistas y foráneos, tuve que pedir indicaciones a algunas personas. Contrario a lo que se piensa, en ésta y otras ocasiones la gente fue amistosa conmigo al darme indicaciones y recomendaciones.

El camión llegó después de alrededor de 10 minutos que parecieron más pues la temperatura era de más de 30 grados con una humedad de playa. Al camión abordaron en su mayoría trabajadores afroamericanos de las aerolíneas identificables por sus uniformes. Durante el trayecto casi en totalidad subieron afroamericanos y el resto hispanos. Las colonias por las que pasamos eran sencillas y para el contexto posiblemente pobres no muy distintas a una colonia de clase media o baja en México, con varios comercios austeros con letreros en inglés o español, y algunos en chino. En general, era una parte de NY que no aparece tanto en las películas, aquí no había rascacielos, taxis amarillos ni tiendas exclusivas de la 5ª avenida. Sin embargo, no se veía peligroso, se percibía una colonia alegre con gente en las calles de todas las edades. Algo que atrajo mi atención fue encontrar un huerto urbano en medio de la colonia entre tiendas y casas.

Después conocí el metro. El cual se compone de trenes en su mayoría subterráneos con potentes sistemas de aire acondicionado. Los túneles están sostenidos por columnas de acero oxidados que por la humedad y el calor hacen difícil respirar dentro de las estaciones. A pesar de ello, es muy popular y todo tipo de gente lo utiliza. Extrañamente esta gran ciudad no aprovecha el espacio de sus avenidas para implementar sistemas de autobuses rápidos, pues pocas rutas tienen carriles confinados o alguna prioridad en el espacio vial. Posiblemente esto sucede porque es parte del atractivo turístico ver avenidas llenas de automóviles y taxis amarillos.

El metro fue la mejor manera para transportarme hasta que descubrí la bici. En la ciudad de NY es común encontrar ciclistas por las calles y a la vez existe infraestructura para ellos, aunque tal vez no suficiente ni la mejor. Recientemente, se implementó un sistema de bicicletas compartidas similar a la que se encuentra en el Distrito Federal y en otras ciudades del mundo como Londres, Montreal y Hangzhou (China). Este sistema consiste en tener varias bici-estaciones distribuidas por toda la ciudad donde, después de adquirir una membresía de un año, un pase de 7 días o de un día, se puede tomar una bicicleta y antes de 45 minutos se tiene que regresar a esa u otra estación para evitar cargos extra.

Financieros influyentes, periódicos locales y Dorothy Rabinowitz, editorialista conservadora, se opusieron al programa de bicicletas compartidas. Los primeros no querían tener cerca de sus edificios las estaciones de bicicletas por lo que lograron reubicarlas, algo parecido a lo que sucedió en la zona de Polanco en el D.F. (historia: http://goo.gl/Flo2tj , reflexión: http://goo.gl/ttkszc). Los medios y sobre todo Dorothy argumentaban que las estaciones estorban, que los turistas que las utilicen no saben las reglas por lo que son un peligro e incluso afirmaron que lo más peligroso en NY no son los taxis sino los ciclistas y que esta ciudad no es Londres, Paris o Ámsterdam. Similar a lo que dijo Ángel Verdugo, un comentarista y editorialista mexicano, cuando llamó a aplastar la plaga de ciclistas que amenazan la ciudad de México (http://goo.gl/xdJpTu).

Sin embargo, gracias a este sistema pude transportarme sin problemas, seguro y algunas veces más rápido que por otros medios. También era más cómodo al evitar el sofocante calor del metro y no tan caro como un taxi; y además, lo disfruté como ningún otro medio. El paisaje que más recuerdo lo presencié cuando me dirigí a Manhattan cruzando el río del este (East River) por el puente de Brooklyn. Mientras pedaleaba con cierta velocidad en la parte descendiente del puente, sentía el aire fresco en el rostro y observaba los edificios del distrito financiero, que comenzaban a encender sus luces, enmarcados en un atardecer con tonalidades de color anaranjado y rosado.

Pienso que sin la bicicleta no hubiera conocido la misma ciudad. La bicicleta es un excelente complemento a la mejor forma para ser turista en algún lugar, que es caminando. Cómo conocer gente, disfrutar el medio ambiente, apreciar los monumentos y edificios, descubrir buenos restaurantes o tiendas poco comunes, si no es caminando o en bici. Al ir en un vehículo motorizado o en metro se dejan de apreciar detalles que hacen de un lugar único. ¿Por qué no querer estar en ciudades que se puedan gozar, donde se tiene contacto con la gente y el medio ambiente, y que sean menos contaminantes, como en Ámsterdam, Londres o París? Será que en ocasiones la gente se acostumbra a rutinas y pierde el interés por disfrutar y conocer su propia ciudad, y sólo quiere que su comodidad mejore sin atreverse a hacer las cosas de forma distinta.

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