Alrededor del mediodía llegué al
aeropuerto JFK (John F. Kennedy) ubicado en la zona de Queens, al este de
Manhattan. Con 8 terminales es uno de los aeropuertos más grandes de Estados
Unidos y el que transporta más pasajeros internacionales. Para ahorrarme unos
dólares y conocer la forma en que los neoyorkinos se transportan, decidí tomar
el autobús para llegar al metro en lugar de tomar el tren elevado. Como este
medio no es común que lo utilicen los turistas y foráneos, tuve que pedir
indicaciones a algunas personas. Contrario a lo que se piensa, en ésta y otras
ocasiones la gente fue amistosa conmigo al darme indicaciones y recomendaciones.
El camión
llegó después de alrededor de 10 minutos que parecieron más pues la temperatura
era de más de 30 grados con una humedad de playa. Al camión abordaron en su
mayoría trabajadores afroamericanos de las aerolíneas identificables por sus
uniformes. Durante el trayecto casi en totalidad subieron afroamericanos y el
resto hispanos. Las colonias por las que pasamos eran sencillas y para el
contexto posiblemente pobres no muy distintas a una colonia de clase media o
baja en México, con varios comercios austeros con letreros en inglés o español,
y algunos en chino. En general, era una parte de NY que no aparece tanto en las
películas, aquí no había rascacielos, taxis amarillos ni tiendas exclusivas de
la 5ª avenida. Sin embargo, no se veía peligroso, se percibía una colonia
alegre con gente en las calles de todas las edades. Algo que atrajo mi atención
fue encontrar un huerto urbano en medio de la colonia entre tiendas y casas.
Después conocí
el metro. El cual se compone de trenes en su mayoría subterráneos con potentes
sistemas de aire acondicionado. Los túneles están sostenidos por columnas de
acero oxidados que por la humedad y el calor hacen difícil respirar dentro de
las estaciones. A pesar de ello, es muy popular y todo tipo de gente lo
utiliza. Extrañamente esta gran ciudad no aprovecha el espacio de sus avenidas
para implementar sistemas de autobuses rápidos, pues pocas rutas tienen
carriles confinados o alguna prioridad en el espacio vial. Posiblemente esto
sucede porque es parte del atractivo turístico ver avenidas llenas de
automóviles y taxis amarillos.
El metro fue
la mejor manera para transportarme hasta que descubrí la bici. En la ciudad de
NY es común encontrar ciclistas por las calles y a la vez existe
infraestructura para ellos, aunque tal vez no suficiente ni la mejor.
Recientemente, se implementó un sistema de bicicletas compartidas similar a la
que se encuentra en el Distrito Federal y en otras ciudades del mundo como
Londres, Montreal y Hangzhou (China). Este sistema consiste en tener varias bici-estaciones
distribuidas por toda la ciudad donde, después de adquirir una membresía de un
año, un pase de 7 días o de un día, se puede tomar una bicicleta y antes de 45
minutos se tiene que regresar a esa u otra estación para evitar cargos extra.
Financieros
influyentes, periódicos locales y Dorothy Rabinowitz, editorialista
conservadora, se opusieron al programa de bicicletas compartidas. Los primeros
no querían tener cerca de sus edificios las estaciones de bicicletas por lo que
lograron reubicarlas, algo parecido a lo que sucedió en la zona de Polanco en
el D.F. (historia: http://goo.gl/Flo2tj ,
reflexión: http://goo.gl/ttkszc). Los medios
y sobre todo Dorothy argumentaban que las estaciones estorban, que los turistas
que las utilicen no saben las reglas por lo que son un peligro e incluso
afirmaron que lo más peligroso en NY no son los taxis sino los ciclistas y que
esta ciudad no es Londres, Paris o Ámsterdam. Similar a lo que dijo Ángel
Verdugo, un comentarista y editorialista mexicano, cuando llamó a aplastar la
plaga de ciclistas que amenazan la ciudad de México (http://goo.gl/xdJpTu).
Sin embargo, gracias
a este sistema pude transportarme sin problemas, seguro y algunas veces más
rápido que por otros medios. También era más cómodo al evitar el sofocante
calor del metro y no tan caro como un taxi; y además, lo disfruté como ningún
otro medio. El paisaje que más recuerdo lo presencié cuando me dirigí a Manhattan
cruzando el río del este (East River) por el puente de Brooklyn. Mientras
pedaleaba con cierta velocidad en la parte descendiente del puente, sentía el
aire fresco en el rostro y observaba los edificios del distrito financiero, que
comenzaban a encender sus luces, enmarcados en un atardecer con tonalidades de color
anaranjado y rosado.
Pienso que sin
la bicicleta no hubiera conocido la misma ciudad. La bicicleta es un excelente
complemento a la mejor forma para ser turista en algún lugar, que es caminando.
Cómo conocer gente, disfrutar el medio ambiente, apreciar los monumentos y edificios,
descubrir buenos restaurantes o tiendas poco comunes, si no es caminando o en
bici. Al ir en un vehículo motorizado o en metro se dejan de apreciar detalles
que hacen de un lugar único. ¿Por qué no querer estar en ciudades que se puedan
gozar, donde se tiene contacto con la gente y el medio ambiente, y que sean
menos contaminantes, como en Ámsterdam, Londres o París? Será que en ocasiones
la gente se acostumbra a rutinas y pierde el interés por disfrutar y conocer su
propia ciudad, y sólo quiere que su comodidad mejore sin atreverse a hacer las
cosas de forma distinta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario